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LÍRICA DE LA «MÚSICA URBANA»: CIUDAD Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

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La música urbana es hoy un fenómeno musical y cultural. Su presencia en los medios de comunicación y las redes sociales invade los espacios sociales y determina en gran medida el estilo del entretenimiento en la era de la posmodernidad. Sin embargo, a pesar de su impacto en países como la República Dominicana, es todavía una faceta de la música poco estudiada. En este artículo se revisan las relaciones entre la cultura popular y la ciudad, entre el centro y la periferia, el campo y la ciudad, así como la evolución de los géneros musicales y las relaciones con los medios de comunicación.

Lírica de la «música urbana»: ciudad y medios de comunicación

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Del latín urbs proviene la palabra que designa la construcción humana por excelencia, la ciudad. Desde temprano la piedra y la madera sirvieron para crear muros de protección ante las inclemencias del clima, la amenaza de los animales y la de otros humanos. Con ella surge la separación entre lo urbano y lo rural, entre la ciudad y el campo. De manera lenta se inicia un proceso centrífugo; las fuerzas sociales, la concentración del poder y los bienes generados por la economía fueron los imanes que atrajeron a las gentes hacia las ciudades, y mientras más cerca se ubicaran del núcleo de las decisiones, mejor.

La ciudad medieval levantó muros, adentro quedaron quienes pudieron pagar por ello o aquellos a los que el poder quiso proteger. Extramuros fue para los artesanos, la gente de servicio, los campesinos y la gleba. Los que menos medios de subsistencia tenían fueron dando forma a los extramuros, más tarde llamados «la periferia». Poco ha cambiado desde entonces y las ciudades más antiguas conservan parte de los muros, incluyendo nuestra primera y más antigua del continente, Santo Domingo de Guzmán. Ya en la Era Moderna, centro y periferia pasaron de lo espacial a convertirse en categorías de análisis social.

Llegado el siglo actual, las ciudades superan por primera vez a la población del campo: el mundo es urbano. Hoy, según datos oficiales de los organismos internacionales, el 70% de las personas vive en ciudades. Pese a los esfuerzos de planificación urbanística y a los avances en la gestión estatal, la mayoría de las urbes administra a duras penas el colapso de todos sus sistemas: el transporte, la vivienda, la salubridad, el medio ambiente, la seguridad, los servicios municipales, entre otros, no dan abasto. Los que pueden pagan por tener mejores servicios, el resto sufre la distribución de los escasos recursos que reparte el Estado o que genera la misma ciudad. La urbe es el territorio de la desigualdad y de la crisis crónica. Es en este contexto donde surge la llamada música urbana.

Los medios como elementos articuladores

La tecnología, resultado de la ciencia aplicada, permite las formas de comunicación entre las élites y el pueblo; aquellas masas de antes hoy son vistas como consumidores. La imprenta, la radio, la televisión, el teléfono, la computadora y ahora todos ellos integrados en los dispositivos móviles actúan como elementos conectores, transmisores de información y generadores de procesos de comunicación. Al llevar información de uso social, han permitido la cohesión y la articulación política; al transmitir información de tipo económico, han servido de conexión entre la oferta y la demanda; al vehicular contenidos artísticos, permiten el entretenimiento. El centro y la periferia se conectan a través de los medios masivos de comunicación. No es casual que la mayoría de las emisoras de radio y de televisión, con sus respectivas antenas, se ubiquen cerca del poder político o en el perímetro urbano más apetecido.

Desde la invención de la radio (1906), la música ha sido parte de la banda sonora de lo urbano. La música «culta» de las élites es la que se emitió en un principio, mas al poco tiempo fue desplazada por la música «popular». Esa música, la que se nutre del pueblo, es la que mayoritariamente se escucha en los medios masivos, esa música es la que vende y se vende a sí misma. Hablamos aquí de swing, rock, pop, reggae, son, salsa, merengue, bachata, algunos de los ritmos más conocidos. Es la música que genera audiencia y tras ella vienen los anuncios de publicidad, que permiten la existencia de los medios de comunicación, muy sensibles a las dinámicas del mercado y también de la política.

El espejismo global

Los poderes imperiales europeos, utilizando toda la tecnología disponible, en especial la del transporte y la bélica, se constituyeron en los ejes del desarrollo económico. Había un mundo fuera a ser conquistado para mantener el ritmo de sus economías. Las empresas coloniales, transformadas hoy en multinacionales, ofrecen un conjunto de bienes y servicios que la publicidad promueve a través de los medios de comunicación. Se utiliza un principio básico, la reiteración del mensaje, que, cual gota que cae sobre la piedra, va horadando la mente del consumidor potencial, hasta posicionarse en su inconsciente: agazapado, espera el momento de la decisión de compra.

Pero no todos pueden acceder a esos bienes y servicios, son caros y algunos muy costosos; en las ciudades la riqueza circula por calles poco conocidas, no camina con frecuencia por la periferia y en las escuelas públicas no se enseña cómo generarla. Así, el mercado global promueve productos que para muchos son un espejismo, fata morgana de los consumidores menos pudientes. Desde la periferia, los consumidores con ingresos que bordean la sobrevivencia los miran en las vitrinas, en las mediáticas y en las verdaderas de las plazas comerciales.

En ese mundo alejado del centro los deseos de posesión en torno a esos bienes y servicios se multiplican, son demanda urgente, simbolizan estatus, pertenencia a una clase superior, la distancia entre el que tiene y el que no tiene. Por un par de zapatos deportivos o un teléfono móvil hay quien mata, y no es una metáfora. Esos mismos deseos hoy inspiran a los compositores de la música definida como urbana. Quien logra el éxito accede a ellos, pero no basta con tener esos objetos de deseo, todo el mundo tiene que saberlo y para eso también están disponibles los medios de comunicación.

La música y la ciudad

Los géneros de la música popular expresan el desarrollo de lo urbano. Hacia la primera mitad del siglo XX, en los clubes nocturnos de las ciudades más desarrolladas de Norteamérica, surge el jazz y luego su corriente más conocida, el swing, que arrasa en los salones de baile. Impulsado en gran medida por el triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, llega a Europa y se masifica. Evoluciona el ritmo más tarde y en los barrios periféricos de las ciudades industrializadas se genera el rock and roll, pesadilla del mundo conservador. Es una música que atenta contra el pudor mostrando las antes ocultas piernas juveniles de las adolescentes. El meneo erótico de las caderas de los cantantes queda censurado, pero será por poco tiempo: el mercado demostrará ser más poderoso que la intención moralista.

Todos los ritmos emergentes del siglo XX fueron cuestionados y censurados por las élites conservadoras que detentaban el poder cultural. El citadino tango, por su erotismo danzario; el bolero, por sus letras de amores de traspatio. El merengue tuvo que auparse a la política para llegar desde el campo a la ciudad, convertido en ritmo de salón por la fuerza de la dictadura trujillista. La bachata hasta el día de hoy es insufrible para ciertos círculos sociales, incluso por lo agudo de sus sonidos de guitarra. El reggae generó rechazo por su contenido social-político-religioso y sus vínculos chamánicos asociados a la marihuana. Música popular y burguesía conservadora no bailan la misma música.

Las canciones con ritmos caribeños de son, chachachá, conga y merengue fueron dando cuenta del tránsito migratorio del campo a la ciudad. Es una poética cargada de aromas, sabores y tradiciones campesinas, no resulta casual que en la mayoría de estas canciones se utilicen los tonos mayores, se canta desde la alegría… Hacia los años 40, el bolero se prepara para reemplazar al tango e inundar las emisoras de todo el continente con melodías que en tonos menores hablan de conflictos interiores y de amores imposibles por causas sociales.

Hacia mediados de siglo, al otro lado del Atlántico, desde la niebla de los barrios obreros de Liverpool, surge la corriente que arrastraría la música hasta hoy. Los Beatles revolucionan toda la música y su contexto, se transforman en el primer fenómeno musical global. Mezcla de trova, romance y experimentación musical, surge el pop, que será el rey por muchos años; y su hija predilecta, la balada, será la joya de su corona en una dinastía que hasta hoy perdura, en todos los idiomas y en todo el espectro radial y televisivo. Y también en el internet.

El paisaje urbano con sus calles, los tranvías, los trenes, los puertos, los barcos, los aviones, los personajes y los afanes urbanos van quedando plasmados en las letras de las canciones, dejando atrás el contenido bucólico y costumbrista de aquella música afincada en las tradiciones del campo.

Paralelamente a su afianzamiento en el gusto de los ciudadanos, el pop va moldeando su formato por cuestiones industriales. A comienzos de la década de los 70 comienza una estandarización del tiempo destinado a las canciones, llevándolo a tres minutos como su ideal. Esto obedecía a la lógica del corte publicitario: con cuatro canciones, más la intervención del locutor, se llegaba a los 15 minutos propicios para introducir los mensajes publicitarios. Fueron quedando al margen los temas de largo aliento del rock y del soul, que en algunos casos llegaban a durar más de 40 minutos, toda una cara de un disco de pasta o long play. Pero la limitación temporal también tuvo efectos en la estructura o arquitectura de la canción, cuya forma más frecuente quedó en dos estrofas (A y B) y un coro (C), cuando no solo en una estrofa y un coro, cuestión que la música urbana aprovechará hasta el cansancio.

La insolencia de la periferia

En estos tiempos de hoy, en la llamada posmodernidad, la referencia al campo no existe; el espacio idílico que contenía desapareció y la ciudad a distancia de bicicleta es solo un recuerdo. Los compositores de música urbana no conocieron ese mundo, nacieron en callejones «parte atrás» de la periferia, en edificios multifamiliares agobiados por la pobreza y el hacinamiento, en calles donde la vida vale poco, en sociedades donde las personas son descartables y reemplazables por otras con más hambre todavía.

De ahí el lenguaje insolente barriobajero, mezclado con el lumpen, sujeto y objeto de la trasculturación y la trasposición de los valores tradicionales de la sociedad que los precedió. Lo que manda en la calle es el dinero y a por él vamos, cantan sin pudor por las emisoras unos jóvenes desfachatados y de vestimenta estrambótica, luciendo sin empacho sus carros deportivos, cadenas y anillos de oro y también sus mujeres bellas. Mucho se les nota la imitación a los cultores principales del género provenientes del Norte, pero por ahí se cuelan chispazos de identidad local y voces más independientes.

Los signos exteriores de riqueza, como diría un francés, son el motor que mueve los deseos. Son la viva imagen del triunfo del capitalismo salvaje sobre las medidas igualitarias boicoteadas o que han fracasado estrepitosamente en todo el continente americano. De manera que son de aquí y todo apunta a que no serán una moda pasajera, de nada vale mirar para otro lado o cambiar de emisora. Seguirán existiendo y ocupando espacios en la medida que representan a las mayorías semianalfabetas de las ciudades.

Los ritmos urbanos

La «música urbana» contiene en su nombre una antítesis, por principio se opone a la música de origen rural, folclórica o campesina, como quiera llamarse. Ello no es solo un concepto, se refleja en lo instrumental, en el uso de tecnologías digitales para producir sonidos y también en su contenido escrito, en su lírica. Pero no surge de la nada, aflora desde la fusión de ritmos durante las últimas décadas del siglo pasado, mezclado con la música electrónica y con el verso contestatario e improvisado del rap, originario de las minorías negras de las grandes urbes norteamericanas.

El Caribe puso lo suyo, al mezclarse con el reggae, el hip hop, el calipso, la soka, el merengue de calle y la bachata. El reguetón (reggaeton), su ritmo madre, es una fusión que nace en Ciudad de Panamá, cultivada por las comunidades de origen jamaiquino que en los años 70 comienzan a hacer reggae en español. Hacia los 80, en Puerto Rico, el ritmo toma fuerza, al combinarse con la figura del disc jockey o DJ, personaje fundamental en la mezcla rítmica, que a la improvisación recitada o cantada le aporta la banda musical, fruto también de su capacidad de improvisación pero tecnológica. En los 90 el género crece y ya en el 2000 se expande por el mundo, fusionando en su camino otros ritmos como el dembow jamaiquino y el merengue de calle dominicano, entre otros.

Este fenómeno musical no se entiende sin la revolución tecnológica digital, la que además de reducir significativamente los costos de equipamiento de sonido e instrumentos musicales, permite la mezcla de bandas sonoras al infinito y la reproducción de discos a muy bajo costo. Hoy en día, en cualquier habitación de cualquier calle de la periferia, hay un estudio de sonido produciendo música urbana. Lo que antes era campo de unos pocos y estudiados ingenieros de sonido, hoy lo puede hacer alguien que solo fue a la escuela primaria. Los secretos de la alquimia sonora y analógica del rock ya no existen.

El ritmo urbano

Mucho se le critica a este tipo de música lo limitado de sus tonalidades; en efecto, las canciones con frecuencia utilizan solo dos o tres acordes. La canción urbana, además, se construye de preferencia con una estrofa y un coro. Ya sea por limitaciones creativas de los autores o por simple cálculo de mercado que busca llegar a un determinado tipo de público, el caso es que este tipo de música alude a estructuras primarias o elementales, en algunos casos cercanas a los ritmos primitivos de ciertas etnias. Es posible que desde el punto de vista antropológico ello esté relacionado con las llamadas «tribus urbanas», agrupaciones informales que se distinguen por su tipo de vestimenta y también por el estilo de música electrónica que escuchan y bailan.

La danza urbana, su vestuario y su puesta en escena

Es importante tomar en cuenta que, salvo algunas excepciones, esta es una música hecha sobre todo para bailar. Su principal intención es provocar el movimiento y mientras más sensual sea su resultado más se cumple el objetivo, ya que esta música no puede desprenderse de su actitud obscena y escandalosa.

De ahí que su mayor expresión danzaria sea el «perreo», que no es otra cosa que la simulación premeditada del coito en el espacio público. Porque si bien es un baile de pareja o de trío, no es un baile de conquista como la mayoría de los ritmos de origen campesino. La conquista ya está dada; quien sale a la pista, sea hombre o mujer, manifiesta en esa danza sus capacidades eróticas sin tapujos.

Por supuesto, ello tiene su correlato en el vestuario correspondiente, que poco o nada deja a la imaginación; por el contrario, la vestimenta tiene su referencia en lo prostibulario, la hembra debe parecer prostituta y el varón lucir cierta impronta de cafiche, maipiolo o chulo; en su defecto, luce vestimenta deportiva, usualmente con gorra de béisbol. Es lo que se constata en los videoclips que se difunden en la televisión y las redes sociales, la mayoría de ellos con una puesta en escena cargada de manifestaciones eróticas.

La lírica urbana

Varios son los rasgos que presenta la lírica de esta música, a saber: versos elementales, uso constante del spanglish, códigos delincuenciales, repetición de los vicios lingüísticos más frecuentes en el habla popular (se canta como se habla) y también ciertas temáticas recurrentes, entre los principales.

– Versos elementales: muchas de las canciones utilizan la rima simple, de preferencia las terminaciones reiteradas en la letra e y en la letra o. Se construyen versos con rimas elementales que rayan en lo escolar básico. Si bien esto no es exclusivo del género urbano, la forma se reitera y ello hace que las canciones sean fáciles de recordar por su fonética, de ahí parte de su éxito entre el público.

– El spanglish: desde su origen en el reguetón la música urbana incorpora palabras provenientes del idioma inglés. La mixtura idiomática es una de las características más destacadas de su lírica. Palabras como flowshowbusy, easy, funnymoney, friend, entre otras, figuran con frecuencia en las canciones. Pero también es habitual que se usen frases enteras en inglés, ya que algunos de sus exponentes provienen de culturas mestizas, como los dominicanyork, es decir, jóvenes nacidos de padres dominicanos en suelo de los Estados Unidos cuyo primer idioma es el inglés.

– Códigos delincuenciales: el «malianteo» es otro componente relevante, la lírica vinculada al mundo de los maleantes es otra de sus características. Así como existe el narcocorrido en la música mexicana, el malianteo habla de las vicisitudes de la delincuencia y de sus enfrentamientos con los representantes de la ley. Con frecuencia asume el hablante lírico la primera persona, un joven que cuenta como el camino del delito le ha permitido ciertas cosas, pero también existe el relato de quien ha abandonado ese mundo. Cabe destacar que no son pocos los cultores del género que se refieren a su música como la tabla de salvación ante la realidad social marginal donde pocas son las opciones.

-Los vicios lingüísticos: en la música popular el uso del lenguaje es en gran medida coloquial, se canta como se habla. El cante hondo de los andaluces, el tango argentino, la cueca chilena y el merengue dominicano son buenos ejemplos en el idioma español. Como en ellos, el género urbano reivindica el uso del habla cotidiana, de la dicción con sus giros y sus arbitrarias formas lingüísticas del mundo popular. Ese es el lenguaje de la periferia. Ambigüedad (doble sentido), barbarismo, cacofonía, vulgarismo, redundancia, solecismo (falta de sintaxis), la no pronunciación de las eses, el cambio de la erre por la ele, son algunos de los vicios más frecuentes en las canciones.

Temáticas recurrentes 

Al analizar el relato o contenido en la lírica urbana, las temáticas más frecuentes son: el divertimento de doble sentido; lo obsceno per se; la actitud ególatra; el gánster; la conquista amorosa; el yo tengo, tú no; la historia de mi vida (del cantante); el enfrentamiento con otros. En algunos casos se combinan varias de estas temáticas en una misma canción.

– Divertimento de doble sentido: «Por esa cosita te prendo pal de velitas» / El Alfa-El Jefe. Es quizás la temática más extendida. Utiliza un verso de base preferentemente con contenido sexual. Su intención es triple: estimula la imaginación, contagia con el ritmo y divierte con su ingenio.

– Lo obsceno per se: «Somos corruptas pero no somos putas» / La Materialista.

Se utiliza también lo escandaloso en sí mismo, lo obsceno directo, aquello que no se ampara en el doble sentido para expresar una actitud en contra de lo comúnmente establecido. Se inscriben aquí también las canciones que expresan abiertamente la preferencia por conductas reñidas con la ley y las convenciones, por ejemplo, la apología de la violencia, el sexo o las drogas.

– La actitud ególatra: «Soy la piedra angular la que nadie derriba» / Lápiz conciente. Uno de los aspectos que más llama la atención en este tipo de lírica es el discurso autorreferente del que se sitúa por encima de los demás. Hay en estos textos elementos vinculados a la paranoia, que pueden o no tener fundamentos reales, pero es constante la necesidad de valoración y elevamiento de la autoestima.

– El gánster: «A la mala te voy a enseñar a respetá» / El Alfa y otros. Relacionado con el «malianteo», está el relato del gánster, del malo de los más malos. La idea central de este tipo de canciones es dejar en claro que no deben meterse con él, de lo contrario deben atenerse a las consecuencias. La amenaza de una muerte violenta es clara.

– Yo tengo, tú no: «Cualtos, cualtos, cualtos» / El Mayor Clásico. El dinero, los carros, la bebida, la vestimenta, las joyas y las mujeres son los bienes que más se aprecian. Pero es el dinero en efectivo el que con mayor frecuencia se menciona en las canciones. El discurso también menciona el no haberlo tenido antes y que mediante el esfuerzo y con la música se puede conseguir más de lo que se puede gastar.

– La conquista amorosa: «Loco por ti, desacatao» / Carlito Flow. Por supuesto el romance es una temática recurrente que deja ver el lado más comercial de este tipo de música. De hecho, los temas que logran pasar a las radioemisoras que no son exclusivamente de música urbana son aquellos que hablan de amores.

– La historia de mi vida (del cantante): «Es que yo vengo de un gueto» / Mozart La Para. En sus primeros temas es común que los compositores den cuenta de dónde vienen. Su origen humilde es reivindicado y la exposición de las miserias y vicisitudes pasadas acerca este tipo de canción a la trova tradicional.

– El enfrentamiento con otros: «Me quieren de abajo y yo sigo arriba» / José Reyes. Es una constante el enfrentamiento entre autores o exponentes. La rivalidad por la audiencia es cuestión determinante. Quien rapea mejor, quien tiene más bienes, quien conquista a la mujer del otro son cuestiones presentes en muchos temas.

Ciudad y música urbana

Como en otros géneros, también la ciudad se refleja en esta lírica, siendo sus principales espacios referenciales la calle, los parques y plazas, lo cual se constata en los videos oficiales de las canciones que circulan en las redes sociales. Pero el espacio urbano preferente de este género es la discoteca, que se evidencia como eje de la actividad social y, en específico, del emparejamiento. El baile en medio de la pista ha permitido un resurgimiento de este espacio social que estaba en decadencia.

Si bien la mayoría de esta música no genera más que entretenimiento, algunos autores van un poco más allá con la denuncia social y el cuestionamiento a las convenciones de una manera diferente y más cercana al lenguaje de su audiencia.

Pero es la relación entre este tipo de expresión cultural y los medios de comunicación la que debe llamar a la reflexión. Si algo debe aplaudirse a los productores y autores del género, es su capacidad para interpretar a su pueblo y la inteligencia desplegada en la negociación con el mercado y en específico con los medios de comunicación. Es esa relación la que hoy está moldeando nuestras sociedades y las relaciones entre centro y periferia. La ciudad de hoy no se puede leer sin el componente cultural, sin el imaginario colectivo que a través de estas expresiones se manifiesta y que ya no solo es consumido por la gente de la periferia, ha penetrado otros círculos sociales y seguirá cautivando adeptos en la medida que satisfaga las necesidades de entretenimiento y ocio en un mundo cada vez más urbano.

Mario Núñez Muñoz es comunicador audiovisual y magíster en Comunicación Social. Dirige el Centro Cultural Gastronómico Casa Caribe, desde donde ha propiciado el desarrollo de la gastronomía dominicana a través de publicaciones, talleres, charlas y conversatorios. Es autor de investigaciones y artículos sobre gastronomía. Crítico de cine del periódico Diario Libre desde su fundación en el año 2001.

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